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# 07 Cartographier l’Autre

Laura Antonella Arnés, Lucía María de Leone y María José Punte, Historia feminista de la literatura argentina, dirigida por Villa María, Eduvim, 2020 ; 2022 y 2023 (1ª ed.)

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Los tres tomos de la Historia feminista de la literatura argentina -dirigida por Laura A. Arnés, Nora Domínguez y María José Punte- publicados por la editorial Eduvim hasta el día de hoy son, en orden de aparición, En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta (2020) coordinado por Laura A. Arnés, Lucía de Leone y María José Punte, Mujeres en revolución. Otros comienzos (2022) coordinado por Graciela Batticuore y María Vicens y Escritoras en movimiento. Itinerarios y resistencias (2023) coordinado por Andrea Ostrov y Silvia Juroviestky. El próximo volumen por salir este año se titula Lenguas, géneros y transmedialidad y está a cargo de Claudia Torre y Paula Bertua. Como se puede ver, las participantes de este proyecto historiográfico dejan de lado nociones como la cronología o la autoría en pos de una selección de temáticas y de una poética de lo colectivo. Retomando la primera Historia de la literatura argentina dirigida por Ricardo Rojas en el contexto incipiente del Centenario (1917-1922) observan que las escritoras del pasado quedaron relegadas a un solo capítulo que ocupa unas pocas páginas, en el marco de una obra de cuatro tomos en la primera edición, bajo un doble gesto que, si bien pretende ser inclusivo, termina agrupando y excluyendo del canon a las mujeres. Al contrario, la Historia feminista de la literatura argentina no sólo se interesa por incluir a las mujeres en las preocupaciones tradicionales de la investigación y de la escritura histórica, sino que busca cambiar la historia tradicional incorporando el género en el análisis y la comprensión de la historia. Este punto de vista apunta a demostrar que la historia nunca deja de evolucionar, moverse, mutar y cambiar.

En coherencia con la orientación teórica general, las investigadoras se sitúan, desde el primer volumen, en un presente que conciben como “una época que se está armando”. Los últimos años se encuentran marcados por los gobiernos neoliberales y su contracara: la lucha contra los feminicidios y el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. La presencia de las mujeres en la calle renovó la visibilidad de los feminismos señalando y condenando un conjunto de violencias naturalizadas en los hogares y en el espacio público, pero también en las aulas, en las perspectivas críticas y en las representaciones culturales y literarias hegemónicas. La precariedad social, que ellas llaman “intemperie”, parece haber tramado redes afectivas y literarias, como las vigilias poéticas que tuvieron lugar en la plaza del Congreso durante el tratamiento del proyecto de Ley de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. La Marea Verde 1 habilitó un conjunto de imaginarios que albergaron la posibilidad de crear nuevos relatos y despertó discusiones en la escena cultural argentina en torno al realismo, a las escrituras posautónomas 2 y al giro subjetivo 3 . En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta demuestra que los avances a nivel jurídico en el ámbito de los derechos humanos y, como consecuencia, la promulgación de leyes e implementación de políticas públicas, sumados al trabajo de numerosos movimientos de mujeres, travestis y feministas contribuyeron a que se realizaran modificaciones en los modos de narrar, representar y leer los asesinatos de mujeres -mediante un trabajo de definición del feminicidio que empezó en la segunda mitad de la década de 1990 en el espacio fronterizo de Ciudad Juárez en México-, y también en el tratamiento de la temática del aborto que comenzó a tratarse abiertamente en diferentes ámbitos. Indagando sobre las cuestiones del cuerpo, la maternidad y la transmisión, se abre también una reflexión inédita sobre la escritura de las hijas que no sólo buscan saber sobre la vida y la muerte de sus progenitores durante los años de la militancia revolucionaria, sino que también se interrogan por sus propias experiencias como niñas durante la dictadura. El ejemplo paradigmático es el de La casa de los conejos de Laura Alcoba (2007), pero se aborda igualmente en el tercer tomo el cine de Albertina Carri y Lola Arias desde la perspectiva de las continuidades y/o rupturas entre las reivindicaciones de una generación y otra. Las investigadoras destacan el rol de las imágenes y sobre todo de los medios de comunicación en la puesta en circulación de textos y cuerpos de manera novedosa. El primer tomo de la Historia feminista hace hincapié en textualidades y montajes que trabajan las corporalidades desde los márgenes y visibilizan comunidades de sexualidades otras bajo el lema “ni techo, ni closet, ni hogar”. A través de un recorrido de las obras de Gabriela Cabezón Cámara, Mariana Enríquez, Dolores Reyes, Samanta Schweblin, Camila Sosa Villada, María Gainza o Lucrecia Martel, En la intemperie nunca deja de señalar el número creciente de mujeres argentinas premiadas internacionalmente. Queda así demostrado que las mujeres se han hecho un lugar por fuera de las lógicas patriarcales y por fuera también del canon literario -y cinematográfico- que las excluyó históricamente.

En este contexto, el trabajo feminista de revisión y resignificación de archivos que propone el segundo volumen Mujeres en revolución. Otros comienzos no puede ser sino político. He aquí algunas de las preguntas abordadas por los diferentes capítulos del volumen para revisitar las zonas fundacionales de la literatura argentina: ¿Existió un feminismo en el siglo XIX? ¿Quiénes fueron sus hacedoras y cómo pensar a esas precursoras? ¿Cómo hicieron para encarar su oficio y para darse autoridad en épocas reacias a la participación femenina en la esfera pública? Se destacan en este sentido las obras pioneras de la crítica argentina a partir de los años 1980 y el rol de voces como las de Sylvia Molloy, Cristina Iglesia, María Rosa Lojo y más tarde Josefina Ludmer y Beatriz Sarlo en la apertura de una brecha para indagar la actuación de mujeres en el pasado. Este segundo tomo abarca por lo tanto un largo período que va desde los prolegómenos de la Revolución de Mayo hasta 1920, e incluye una incursión en el pasado virreinal en el intento de definir los orígenes de una literatura nacional. Las autoras vuelven así sobre la carta de Isabel de Guevara el 2 de julio de 1552, conocida como la primera representación literaria del nuevo mundo, en un movimiento que desplaza los comienzos de la literatura nacional para anclarlos más allá de la conquista del Río de la Plata en la época del primer enfrentamiento de los españoles con los pueblos originarios. En la “usina de relatos” que fundan la nación argentina se encuentran mujeres exiliadas, viajeras y aventureras que peregrinan tierra adentro por una pampa infernal, y también cautivas que padecen el abuso, el rapto y la violación. Una mirada atenta sobre el siglo XIX da cuenta de que la muerte de mujeres fue uno de los motores narrativos más productivos y demuestra cómo en los textos del siglo XXI algo se modifica en los modos de narrar estas escenas. “Siempre nos quemaron. Ahora nos quemamos nosotras.”, escribe Mariana Enríquez en Las cosas que perdimos en el fuego 4 . Con un espíritu interdisciplinar, mezclando historia, literatura, artes y sociología, las investigadoras del volumen recuperan la identidad de mujeres escritoras como Eduarda Mansilla o de las que no son autoras de libros, como las gauchas gaceteras y las inmigrantes. Indagan en las ficciones, pero también en el archivo personal y colectivo de las actas judiciales, los álbumes y los libros ilustrados para reconstruir las voces y los cuerpos del siglo pasado y entender cómo las mujeres se contaban a sí mismas, reconstruyendo así el entramado de sus imaginarios de género. Es de notar que la política literaria del volumen es la de dejar fluir el lenguaje de los artículos, en función de las preferencias de cada autor o autora, entre el uso alternativo del masculino y el femenino, el universal o el inclusivo. Este último aspecto lleva hacia otra pregunta que ocupa un lugar central en el tercer tomo, Escritoras en movimiento. Itinerarios y resistencias, a saber la definición de una “escritura femenina” a través de los siglos.

En efecto, el tercer tomo, titulado Escritoras en movimiento. Itinerarios y resistencias, se interesa por la voz de las escritoras entre los años 1960 y la década de los noventa basándose en la observación de que las mujeres quedaron excluidas del llamado boom latinoamericano 5 . Fueron relegadas de los debates intelectuales que ritmaban la revolución social, política y tecnológica que parecía estar a la vuelta de la esquina cuando los golpes militares asolaron el subcontinente del Río Bravo e instalaron el terrorismo de Estado, la tortura y la desaparición de personas. En ese contexto, sin embargo, la búsqueda de información sobre los desaparecidos se configuró como el rostro más significativo de la resistencia de ese “grupo de mujeres-madres-amas de casa” que desde entonces circulaba todos los jueves por la Plaza de Mayo. El desplazamiento de los cuerpos de las Madres y Abuelas en el espacio público ilustraba la dimensión política de lo personal y reinstalaba definitivamente la presencia de las mujeres en las calles, presencia que se iba a generalizar en los años siguientes de retirada del Estado. La “embestida neoliberal” de los años noventa implicó efectivamente la privatización de los servicios públicos y el desfinanciamiento de la salud, la educación y la ciencia, de manera que el término “mujer” pasó a ser el significante de las luchas, debates y reivindicaciones de la segunda ola feminista. Uno de los aportes más significativos de esta corriente fue la introducción de la categoría de “género” (gender) como herramienta teórica para demostrar que lo que se entendía por “mujer” era el resultado de una construcción cultural a partir de la cual se justificaba históricamente el relegamiento de las mujeres al ámbito doméstico y privado por un condicionamiento biológico de inferioridad respecto del hombre. La reflexión se apoya en las teorías de feministas norteamericanas como Judith Butler en Gender trouble, un trabajo publicado en 1990, y en el aporte previo de la francesa Simone de Beauvoir con la publicación de El segundo sexo en 1949. De ahí se definieron dos posicionamientos, un “feminismo de igualdad” que postulaba la necesidad de equiparar los derechos de las mujeres con las prerrogativas de los varones y ponía en primer plano las voces de las mujeres negras, tercermundistas y lesbianas que también cuestionaban la matriz heterosexual, y un “feminismo de la diferencia” que pensaba lo femenino como una otredad respecto del sujeto hegemónico masculino y subrayaba la idea de una “escritura femenina”. Las investigadoras de este volumen parecen posicionarse en contra de ese segundo posicionamiento, en la medida en que reintroduce un “eterno femenino” que convalida la opresión de las mujeres. El trabajo de este volumen vuelve sobre las estrategias utilizadas por las escritoras para burlar las limitaciones y censuras que el patriarcado ha impuesto sobre sus posibilidades de expresión, verdaderos palimpsestos que el feminismo de la igualdad -en el que se inscribe este volumen – busca rescatar desde una perspectiva anti-esencialista. Mujeres en movimiento indaga en las diferencias étnicas, religiosas, geopolíticas, coloniales, económicas y raciales, así como en las disidencias sexuales para cuestionar la univocidad de la categoría “mujer”. En América latina, en especial, las mujeres indígenas elevaron sus voces para hacer visible la dimensión interseccional de la opresión como en los testimonios recopilados por Elisabeth Burgos en Me llamo Rigoberta Menchú y así me nación la conciencia (Premio Casa de las Américas de 1983) o en la novela testimonial de Elena Poniatowska Hasta no verte Jesús mío (1969). Además, con el surgimiento de la teoría queer a partir de la década del noventa, según las autoras, se destituyó definitivamente el cuerpo biológico en tanto soporte identitario de lo “femenino”. Este es el punto de vista desde el cual observan un “estallido textual” a lo largo de los treinta o cuarenta años que analizan, es decir la ocupación creciente del espacio dentro del campo de la literatura por las mujeres a través de la reconsideración de las políticas sexuales y textuales y la problematización de las identidades de género que llevan a un corrimiento de los límites de la representación. Es de subrayar, finalmente, que el tomo adopta “un criterio federal e inclusivo”, en otras palabras busca constantemente la colaboración entre las diversas universidades del país, en un intento de imponer un des-centramiento de la mirada crítica sobre la literatura argentina. De este modo, se incorporan también las voces de autoras “regionales” e indígenas y se exploran los márgenes, como manera de atravesar las fronteras internas a la Argentina y recuperar las memorias silenciadas y las tradiciones perdidas. En el cierre de la introducción las coordinadoras de Escritoras en movimiento. Itinerarios y resistencias declaran que en el momento de elegir el título ignoraban que Mujeres en movimiento había sido el título elegido por María Moreno, Laura Klein y Mónica Tarducci para una revista publicada en 1986. Las coordinadoras constatan la vigencia actual de reflexiones iniciadas en el período de la posdictadura.

En tanto propuesta colectiva e intergeneracional, los tres tomos de la Historia feminista de la literatura argentina publicados hasta el momento hablan de constelaciones. Proponen volver a pensar la construcción de los cánones, incluyendo las diversidades sexuales, pensando la cultura trans, y prestando atención a la producción de diferentes provincias del país. Apelando a la inteligencia colectiva para construir sus capítulos, las autoras postulan que la literatura se articula a partir de lo performativo, de lo que se hace del cuerpo sexuado y de la experiencia, de la manera en que se generan tensiones, discusiones y/o violencias. El feminismo de estas páginas logra interrogar el desorden para reorganizar saberes políticos y literarios. Desde una posición situada, plural y crítica, la escritura de estas mujeres lleva a cabo una autocrítica constante de sus herramientas de trabajo, en el momento de tejer genealogías existentes o nuevas. Presenta también los espacios de la crítica argentina como espacios abiertos permeables a la reflexión y al conflicto. Si históricamente las mujeres fueron consideradas más como lectoras que como escritoras, parece haber llegado la hora de reconocer el carácter transformador de sus obras y de sus historias y de encontrar el público de buenos lectores y lectoras que su producción merece.

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  1. La Marea Verde es el nombre que recibieron las manifestaciones organizadas por los movimientos feministas en el año 2018, en el marco de la “Campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito” que había empezado en el año 2015. El color verde se encuentra sobre todo en los pañuelos que las mujeres usan, en referencia a las sufragistas argentinas de la década de 1940 y a las protestas de las Madres de Plaza de Mayo.
  2. En Aquí, América latina. Una especulación (2010), Josefina Ludmer postula la emergencia de las literaturas posautónomas en relación con la fragmentación de las ciudades contemporáneas que se asimila a la de un archipiélago formado por “islas urbanas”, en donde se alojan nuevas formas de escritura de sujetos que definen su identidad por su pertenencia a un territorio.
  3. Estos debates fueron retomados, por ejemplo, por Alberto Giordano, Sandra Contreras, Daniel Link o Beatriz Sarlo. Tienen que ver con una renovación de la confianza en una primera persona que narra su vida privada o pública, afectiva o política y con la revalorización de la historia oral, del testimonio y de la subjetividad. Poniendo en tela de juicio la idea de muerte simbólica del sujeto sobre la que insistieron diversas corrientes de los años sesenta, se constata hoy un resurgimiento del sujeto como identidad singular, por lo cual se rehabilitan las voces femeninas.
  4. Enríquez, Mariana, Las cosas que perdimos en el fuego, Buenos Aires, Anagrama, p. 192.
  5. En aquellos años hubo escritoras que ya tenían una obra sólida, como por ejemplo Clarice Lispector, Rosario Castellanos o María Luisa Bombal, para citar sólo algunas de las más conocidas.

Auteur

Salomé Dahan est docteure en littérature latino-américaine. Elle est l’auteure d’une thèse sur Buenos Aires dans la littérature argentine contemporaine et travaille actuellement sur la représentation des marges urbaines dans la littérature et le cinéma.

Pour citer cet article

Salomé Dahan, Laura Antonella Arnés, Lucía María de Leone y María José Punte, Historia feminista de la literatura argentina, dirigida por Villa María, Eduvim, 2020 ; 2022 y 2023 (1ª ed.), ©2025 Quaderna, mis en ligne le 27 janvier 2025, url permanente : https://quaderna.org/7/laura-antonella-arnes-lucia-maria-de-leone-y-maria-jose-punte-historia-feminista-de-la-literatura-argentina-dirigida-por-villa-maria-eduvim-2020-2022-y-2023-1a-ed/

Laura Antonella Arnés, Lucía María de Leone y María José Punte, Historia feminista de la literatura argentina, dirigida por Villa María, Eduvim, 2020 ; 2022 y 2023 (1ª ed.)
Salomé Dahan

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